El segundo Imperio Mexicano

    Después de las Leyes de Reforma con las cuales Benito Juárez separó a la Iglesia del Estado, que a su vez desencadena la Guerra de Reforma que deja al país endeudado con España, Inglaterra y Francia, las tres naciones invaden México con el pretexto de que fueron suspendidos sus pagos, esto se conoce como la invasión tripartita. Carl Marx se refirió a esa situación como “una de las operaciones más monstruosas en los anales de la historia internacional».

     Después de varias negociaciones se logra firmar el Tratado de la Soledad, con el cual se logró que España e Inglaterra se abstuvieran de interferir en cualquier disputa interna de los mexicanos, siendo la negociación la única vía de reclamo por la deuda. Sin embargo, Francia se negó a firmar y no retiró sus tropas del territorio mexicano.

    Fue así que en fechas como hoy pero hace más de siglo y medio, un 10 de abril de 1864 para ser exactos, se firmaron los Tratados de Miramar, fue el nombre que se le dio al convenio para que el archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo, asumiera el Segundo Imperio Mexicano. Así se llamó al convenio pues Maximiliano, Napoleón III y un grupo de traidores mexicanos lo celebraron en el Castillo de Miramar, en Trieste, Italia.

    Por cierto, este Castillo donde Maximiliano y Carlota pasaban la mayor parte del tiempo leyendo y estudiando, fue construido con la dote que Leopoldo I de Bélgica (padre de Carlota) entregó a ambos al casarse. La institución de la dote nace desde los primeros años de la civilización romana, era una donación de bienes y/o dinero que se hacía al marido por parte del paterfamilias de la esposa. La idea era contribuir con las cargas económicas que asumiría el esposo derivadas de la celebración del matrimonio.

    Al desembarcar en el Puerto de Veracruz, el matrimonio real se encontró con un país dividido entre conservadores y republicanos, con las dificultades económicas resultados de las guerras contra Francia y Estados Unidos y viviendo dramáticos episodios llenos de intriga, traición y gloria.

    Mientras se dirige a la capital del país, Maximiliano escribe una carta al Presidente Benito Juárez para reunirse ahí con él, su idea era invitarlo a formar parte del gobierno imperial. La diplomacia, elegancia, pero sobre todo la férrea convicción de Juárez por la República y la Constitución, fue lo que se reflejó en las líneas que como él dijo, solo respondió por cortesía.

     Juárez concluye su carta con una línea que al Presidente Andrés Manuel López Obrador, por ser su gran admirador, cita mucho: “la historia nos juzgará”.

    Luego de tres años de claroscuros en el intento de gobierno de Maximiliano, y después del juicio donde se le encontró culpable por delitos que atentaban contra la independencia y seguridad de la Nación.  Fue fusilado un 19 de junio de 1876 en el Cerro de las Campanas en Querétaro. Sus últimas palabras y plenamente convencido de ellas fueron: “voy a morir por una causa justa, la independencia y libertad de México, que mi sangre selle las desgracias de este país ¡viva México!”.

    Cuánta razón tenía Carlota en la envolvente prosa de Fernando del Paso, “¿sabes otra cosa, Maximiliano? Todos los días llegan alguna vez, aunque no lo creas y aunque no lo quieras, y por más lejanos que parezcan. El día en que cumples dieciocho años y tienes tu primer baile. El día en que te casas y eres feliz. Y cuando llega el último día, el día de tu muerte, todos los días de tu vida se vuelven uno solo. Y resulta entonces que tú, que todos, hemos estado muertos desde siempre.”

    Lisandro Morales Silva

    Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

    Twitter: Lisandrooh

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      El segundo Imperio Mexicano

      Después de las Leyes de Reforma con las cuales Benito Juárez separó a la Iglesia del Estado, que a su vez desencadena la Guerra de Reforma que deja al país endeudado con España, Inglaterra y Francia, las tres naciones invaden México con el pretexto de que fueron suspendidos sus pagos, esto se conoce como la invasión tripartita. Carl Marx se refirió a esa situación como “una de las operaciones más monstruosas en los anales de la historia internacional».

       Después de varias negociaciones se logra firmar el Tratado de la Soledad, con el cual se logró que España e Inglaterra se abstuvieran de interferir en cualquier disputa interna de los mexicanos, siendo la negociación la única vía de reclamo por la deuda. Sin embargo, Francia se negó a firmar y no retiró sus tropas del territorio mexicano.

      Fue así que en fechas como hoy pero hace más de siglo y medio, un 10 de abril de 1864 para ser exactos, se firmaron los Tratados de Miramar, fue el nombre que se le dio al convenio para que el archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo, asumiera el Segundo Imperio Mexicano. Así se llamó al convenio pues Maximiliano, Napoleón III y un grupo de traidores mexicanos lo celebraron en el Castillo de Miramar, en Trieste, Italia.

      Por cierto, este Castillo donde Maximiliano y Carlota pasaban la mayor parte del tiempo leyendo y estudiando, fue construido con la dote que Leopoldo I de Bélgica (padre de Carlota) entregó a ambos al casarse. La institución de la dote nace desde los primeros años de la civilización romana, era una donación de bienes y/o dinero que se hacía al marido por parte del paterfamilias de la esposa. La idea era contribuir con las cargas económicas que asumiría el esposo derivadas de la celebración del matrimonio.

      Al desembarcar en el Puerto de Veracruz, el matrimonio real se encontró con un país dividido entre conservadores y republicanos, con las dificultades económicas resultados de las guerras contra Francia y Estados Unidos y viviendo dramáticos episodios llenos de intriga, traición y gloria.

      Mientras se dirige a la capital del país, Maximiliano escribe una carta al Presidente Benito Juárez para reunirse ahí con él, su idea era invitarlo a formar parte del gobierno imperial. La diplomacia, elegancia, pero sobre todo la férrea convicción de Juárez por la República y la Constitución, fue lo que se reflejó en las líneas que como él dijo, solo respondió por cortesía.

       Juárez concluye su carta con una línea que al Presidente Andrés Manuel López Obrador, por ser su gran admirador, cita mucho: “la historia nos juzgará”.

      Luego de tres años de claroscuros en el intento de gobierno de Maximiliano, y después del juicio donde se le encontró culpable por delitos que atentaban contra la independencia y seguridad de la Nación.  Fue fusilado un 19 de junio de 1876 en el Cerro de las Campanas en Querétaro. Sus últimas palabras y plenamente convencido de ellas fueron: “voy a morir por una causa justa, la independencia y libertad de México, que mi sangre selle las desgracias de este país ¡viva México!”.

      Cuánta razón tenía Carlota en la envolvente prosa de Fernando del Paso, “¿sabes otra cosa, Maximiliano? Todos los días llegan alguna vez, aunque no lo creas y aunque no lo quieras, y por más lejanos que parezcan. El día en que cumples dieciocho años y tienes tu primer baile. El día en que te casas y eres feliz. Y cuando llega el último día, el día de tu muerte, todos los días de tu vida se vuelven uno solo. Y resulta entonces que tú, que todos, hemos estado muertos desde siempre.”

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      Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

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        Después de las Leyes de Reforma con las cuales Benito Juárez separó a la Iglesia del Estado, que a su vez desencadena la Guerra de Reforma que deja al país endeudado con España, Inglaterra y Francia, las tres naciones invaden México con el pretexto de que fueron suspendidos sus pagos, esto se conoce como la invasión tripartita. Carl Marx se refirió a esa situación como “una de las operaciones más monstruosas en los anales de la historia internacional».

         Después de varias negociaciones se logra firmar el Tratado de la Soledad, con el cual se logró que España e Inglaterra se abstuvieran de interferir en cualquier disputa interna de los mexicanos, siendo la negociación la única vía de reclamo por la deuda. Sin embargo, Francia se negó a firmar y no retiró sus tropas del territorio mexicano.

        Fue así que en fechas como hoy pero hace más de siglo y medio, un 10 de abril de 1864 para ser exactos, se firmaron los Tratados de Miramar, fue el nombre que se le dio al convenio para que el archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo, asumiera el Segundo Imperio Mexicano. Así se llamó al convenio pues Maximiliano, Napoleón III y un grupo de traidores mexicanos lo celebraron en el Castillo de Miramar, en Trieste, Italia.

        Por cierto, este Castillo donde Maximiliano y Carlota pasaban la mayor parte del tiempo leyendo y estudiando, fue construido con la dote que Leopoldo I de Bélgica (padre de Carlota) entregó a ambos al casarse. La institución de la dote nace desde los primeros años de la civilización romana, era una donación de bienes y/o dinero que se hacía al marido por parte del paterfamilias de la esposa. La idea era contribuir con las cargas económicas que asumiría el esposo derivadas de la celebración del matrimonio.

        Al desembarcar en el Puerto de Veracruz, el matrimonio real se encontró con un país dividido entre conservadores y republicanos, con las dificultades económicas resultados de las guerras contra Francia y Estados Unidos y viviendo dramáticos episodios llenos de intriga, traición y gloria.

        Mientras se dirige a la capital del país, Maximiliano escribe una carta al Presidente Benito Juárez para reunirse ahí con él, su idea era invitarlo a formar parte del gobierno imperial. La diplomacia, elegancia, pero sobre todo la férrea convicción de Juárez por la República y la Constitución, fue lo que se reflejó en las líneas que como él dijo, solo respondió por cortesía.

         Juárez concluye su carta con una línea que al Presidente Andrés Manuel López Obrador, por ser su gran admirador, cita mucho: “la historia nos juzgará”.

        Luego de tres años de claroscuros en el intento de gobierno de Maximiliano, y después del juicio donde se le encontró culpable por delitos que atentaban contra la independencia y seguridad de la Nación.  Fue fusilado un 19 de junio de 1876 en el Cerro de las Campanas en Querétaro. Sus últimas palabras y plenamente convencido de ellas fueron: “voy a morir por una causa justa, la independencia y libertad de México, que mi sangre selle las desgracias de este país ¡viva México!”.

        Cuánta razón tenía Carlota en la envolvente prosa de Fernando del Paso, “¿sabes otra cosa, Maximiliano? Todos los días llegan alguna vez, aunque no lo creas y aunque no lo quieras, y por más lejanos que parezcan. El día en que cumples dieciocho años y tienes tu primer baile. El día en que te casas y eres feliz. Y cuando llega el último día, el día de tu muerte, todos los días de tu vida se vuelven uno solo. Y resulta entonces que tú, que todos, hemos estado muertos desde siempre.”

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           Después de varias negociaciones se logra firmar el Tratado de la Soledad, con el cual se logró que España e Inglaterra se abstuvieran de interferir en cualquier disputa interna de los mexicanos, siendo la negociación la única vía de reclamo por la deuda. Sin embargo, Francia se negó a firmar y no retiró sus tropas del territorio mexicano.

          Fue así que en fechas como hoy pero hace más de siglo y medio, un 10 de abril de 1864 para ser exactos, se firmaron los Tratados de Miramar, fue el nombre que se le dio al convenio para que el archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo, asumiera el Segundo Imperio Mexicano. Así se llamó al convenio pues Maximiliano, Napoleón III y un grupo de traidores mexicanos lo celebraron en el Castillo de Miramar, en Trieste, Italia.

          Por cierto, este Castillo donde Maximiliano y Carlota pasaban la mayor parte del tiempo leyendo y estudiando, fue construido con la dote que Leopoldo I de Bélgica (padre de Carlota) entregó a ambos al casarse. La institución de la dote nace desde los primeros años de la civilización romana, era una donación de bienes y/o dinero que se hacía al marido por parte del paterfamilias de la esposa. La idea era contribuir con las cargas económicas que asumiría el esposo derivadas de la celebración del matrimonio.

          Al desembarcar en el Puerto de Veracruz, el matrimonio real se encontró con un país dividido entre conservadores y republicanos, con las dificultades económicas resultados de las guerras contra Francia y Estados Unidos y viviendo dramáticos episodios llenos de intriga, traición y gloria.

          Mientras se dirige a la capital del país, Maximiliano escribe una carta al Presidente Benito Juárez para reunirse ahí con él, su idea era invitarlo a formar parte del gobierno imperial. La diplomacia, elegancia, pero sobre todo la férrea convicción de Juárez por la República y la Constitución, fue lo que se reflejó en las líneas que como él dijo, solo respondió por cortesía.

           Juárez concluye su carta con una línea que al Presidente Andrés Manuel López Obrador, por ser su gran admirador, cita mucho: “la historia nos juzgará”.

          Luego de tres años de claroscuros en el intento de gobierno de Maximiliano, y después del juicio donde se le encontró culpable por delitos que atentaban contra la independencia y seguridad de la Nación.  Fue fusilado un 19 de junio de 1876 en el Cerro de las Campanas en Querétaro. Sus últimas palabras y plenamente convencido de ellas fueron: “voy a morir por una causa justa, la independencia y libertad de México, que mi sangre selle las desgracias de este país ¡viva México!”.

          Cuánta razón tenía Carlota en la envolvente prosa de Fernando del Paso, “¿sabes otra cosa, Maximiliano? Todos los días llegan alguna vez, aunque no lo creas y aunque no lo quieras, y por más lejanos que parezcan. El día en que cumples dieciocho años y tienes tu primer baile. El día en que te casas y eres feliz. Y cuando llega el último día, el día de tu muerte, todos los días de tu vida se vuelven uno solo. Y resulta entonces que tú, que todos, hemos estado muertos desde siempre.”

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             Después de varias negociaciones se logra firmar el Tratado de la Soledad, con el cual se logró que España e Inglaterra se abstuvieran de interferir en cualquier disputa interna de los mexicanos, siendo la negociación la única vía de reclamo por la deuda. Sin embargo, Francia se negó a firmar y no retiró sus tropas del territorio mexicano.

            Fue así que en fechas como hoy pero hace más de siglo y medio, un 10 de abril de 1864 para ser exactos, se firmaron los Tratados de Miramar, fue el nombre que se le dio al convenio para que el archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo, asumiera el Segundo Imperio Mexicano. Así se llamó al convenio pues Maximiliano, Napoleón III y un grupo de traidores mexicanos lo celebraron en el Castillo de Miramar, en Trieste, Italia.

            Por cierto, este Castillo donde Maximiliano y Carlota pasaban la mayor parte del tiempo leyendo y estudiando, fue construido con la dote que Leopoldo I de Bélgica (padre de Carlota) entregó a ambos al casarse. La institución de la dote nace desde los primeros años de la civilización romana, era una donación de bienes y/o dinero que se hacía al marido por parte del paterfamilias de la esposa. La idea era contribuir con las cargas económicas que asumiría el esposo derivadas de la celebración del matrimonio.

            Al desembarcar en el Puerto de Veracruz, el matrimonio real se encontró con un país dividido entre conservadores y republicanos, con las dificultades económicas resultados de las guerras contra Francia y Estados Unidos y viviendo dramáticos episodios llenos de intriga, traición y gloria.

            Mientras se dirige a la capital del país, Maximiliano escribe una carta al Presidente Benito Juárez para reunirse ahí con él, su idea era invitarlo a formar parte del gobierno imperial. La diplomacia, elegancia, pero sobre todo la férrea convicción de Juárez por la República y la Constitución, fue lo que se reflejó en las líneas que como él dijo, solo respondió por cortesía.

             Juárez concluye su carta con una línea que al Presidente Andrés Manuel López Obrador, por ser su gran admirador, cita mucho: “la historia nos juzgará”.

            Luego de tres años de claroscuros en el intento de gobierno de Maximiliano, y después del juicio donde se le encontró culpable por delitos que atentaban contra la independencia y seguridad de la Nación.  Fue fusilado un 19 de junio de 1876 en el Cerro de las Campanas en Querétaro. Sus últimas palabras y plenamente convencido de ellas fueron: “voy a morir por una causa justa, la independencia y libertad de México, que mi sangre selle las desgracias de este país ¡viva México!”.

            Cuánta razón tenía Carlota en la envolvente prosa de Fernando del Paso, “¿sabes otra cosa, Maximiliano? Todos los días llegan alguna vez, aunque no lo creas y aunque no lo quieras, y por más lejanos que parezcan. El día en que cumples dieciocho años y tienes tu primer baile. El día en que te casas y eres feliz. Y cuando llega el último día, el día de tu muerte, todos los días de tu vida se vuelven uno solo. Y resulta entonces que tú, que todos, hemos estado muertos desde siempre.”

            Lisandro Morales Silva

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