TACONES LA HISTORIA ANTES DEL GLAMOUR

    LOS PRIMEROS TACONES APARECIERON EN MEDIO ORIENTE

    Es difícil de creer, pero los primeros tacones altos fueron una forma de calzado militar.

    A principios del siglo XVI, los persas y los otomanos de Asia Occidental eran tremendos jinetes que luchaban sus batallas desde sus sillas de montar y mantenerse estable en el estribo al levantarse para disparar era cuestión de vida o muerte y esa estabilidad la daba el tacón. Para poder levantarse y disparar sus flechas necesitaban un tacón resistente para mantenerse estables en los estribos. Eran una herramienta que les permitía convertirse en mejores jinetes, mejores guerreros, mejores soldados. La razón de existir de los tacones en ese entonces era puramente práctica. Cuando Abbas I, el Shah de Persia quien a finales del siglo XVI tenía la caballería más grande del mundo, buscó el apoyo de las potencias occidentales en su guerra contra su gran enemigo, el Imperio Otomano, envió sus emisarios a Europa. Fue así que su uso comenzó a extenderse

    Arma de guerra o accesorio de la Aristocracia

    Su primera aparición diplomática llegó a las cortes de Rusia en 1599 provocando una ola de interés en todo lo que tenía que ver con Persia. Los zapatos al estilo persa fueron adoptados por aristócratas entusiasmados con la idea de que les daba una apariencia viril, una masculinidad que de repente sólo se podía alcanzar con ese símbolo de poder: el tacón.

    Monarcas y sus tacones estratosféricos.

    Un gran momento en la historia del tacón fue cuando Luis XIV de Francia se encariñó con ellos.

    El gran rey no era muy alto: medía 1.63 metros, pero sus zapatos le permitían elevarse hasta 10 centímetros, así que los usaba con los tacones y suelas pintados de rojo, para darles un tono marcial y además ufanarse de su riqueza pues teñir el calzado era costoso. El Rey Luis el Grande, se elevaba para estar más cerca de los astros con sus tacones rojos. Su enorme influencia en Europa Occidental es evidente en el retrato de coronación de Rey Carlos II de Inglaterra de 1661, en el que aparece calzando zapatos con enormes tacones rojos estilo francés pese a que él medía 1.85 metros sin ellos. No pasó mucho tiempo antes de que todos en la corte francesa y fuera de ella adoptaran los tacones y agregaran uno o dos centímetros a su altura, algo que no complació al rey. En la década de 1670, Luis XIV firmó un edicto prohibiendo a quienes no fueran los miembros de su corte calzar zapatos con tacones rojos. Pero eso no evitó que la alta sociedad los usara.

    Lo masculino para las femeninas

    Ya que los hombres europeos fueron los primeros en enamorarse de los tacones, debido a su conexión con Persa y a la masculinidad que eso generaba, en esa época, la moda entre las mujeres era adoptar elementos del vestuario de los hombres. En la década de 1630 las mujeres llevaban el pelo corto, usaban hombreras, fumaban pipa y se ponían sombreros con diseños muy masculinos. Así que, para masculinizar su apariencia, adoptaron también los zapatos de tacón.

    Desde entonces hasta fines del siglo XVII, la moda de la clase alta europea fue usar zapatos unisex.  Absurdos, por ende, femeninos Años después, el movimiento intelectual de la ilustración llevó a una preferencia por lo racional y lo utilitario, y un énfasis en la educación, no en los privilegios. La moda masculina giró hacia una ropa más práctica. Fue el inicio de lo que el psicólogo John Carl Flügel denominó en su Psicología del vestido 1930 como la gran renuncia masculina: el abandono del uso de joyas, colores brillantes y telas ostentosas. La idea era que la vestimenta dejara de servir para definir la clase social, para estar acorde con la propuesta de que todos, sin importar la clase, podían convertirse en ciudadanos a través de la educación. Esos «todos» eran hombres. Las mujeres, en contraste, eran vistas más emocionales, sentimentales y poco educadas. Los tacones altos -fuera de los campos de batalla, o al menos de los estribos de un caballo- estaban lejos de ser prácticos, así que eran vistos como absurdos y, por ende, afeminados. Para 1740 los hombres ya no se ponían zapatos con tacón. Pero sólo 50 años más tarde, después de la Revolución Francesa, las mujeres también dejaron de usarlos.

     

    CÉSAR PASCUAL

    LOS OJOS DEL CIELO 106.9 F.M.

    #ONDA_JUVENIL

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      LOS PRIMEROS TACONES APARECIERON EN MEDIO ORIENTE

      Es difícil de creer, pero los primeros tacones altos fueron una forma de calzado militar.

      A principios del siglo XVI, los persas y los otomanos de Asia Occidental eran tremendos jinetes que luchaban sus batallas desde sus sillas de montar y mantenerse estable en el estribo al levantarse para disparar era cuestión de vida o muerte y esa estabilidad la daba el tacón. Para poder levantarse y disparar sus flechas necesitaban un tacón resistente para mantenerse estables en los estribos. Eran una herramienta que les permitía convertirse en mejores jinetes, mejores guerreros, mejores soldados. La razón de existir de los tacones en ese entonces era puramente práctica. Cuando Abbas I, el Shah de Persia quien a finales del siglo XVI tenía la caballería más grande del mundo, buscó el apoyo de las potencias occidentales en su guerra contra su gran enemigo, el Imperio Otomano, envió sus emisarios a Europa. Fue así que su uso comenzó a extenderse

      Arma de guerra o accesorio de la Aristocracia

      Su primera aparición diplomática llegó a las cortes de Rusia en 1599 provocando una ola de interés en todo lo que tenía que ver con Persia. Los zapatos al estilo persa fueron adoptados por aristócratas entusiasmados con la idea de que les daba una apariencia viril, una masculinidad que de repente sólo se podía alcanzar con ese símbolo de poder: el tacón.

      Monarcas y sus tacones estratosféricos.

      Un gran momento en la historia del tacón fue cuando Luis XIV de Francia se encariñó con ellos.

      El gran rey no era muy alto: medía 1.63 metros, pero sus zapatos le permitían elevarse hasta 10 centímetros, así que los usaba con los tacones y suelas pintados de rojo, para darles un tono marcial y además ufanarse de su riqueza pues teñir el calzado era costoso. El Rey Luis el Grande, se elevaba para estar más cerca de los astros con sus tacones rojos. Su enorme influencia en Europa Occidental es evidente en el retrato de coronación de Rey Carlos II de Inglaterra de 1661, en el que aparece calzando zapatos con enormes tacones rojos estilo francés pese a que él medía 1.85 metros sin ellos. No pasó mucho tiempo antes de que todos en la corte francesa y fuera de ella adoptaran los tacones y agregaran uno o dos centímetros a su altura, algo que no complació al rey. En la década de 1670, Luis XIV firmó un edicto prohibiendo a quienes no fueran los miembros de su corte calzar zapatos con tacones rojos. Pero eso no evitó que la alta sociedad los usara.

      Lo masculino para las femeninas

      Ya que los hombres europeos fueron los primeros en enamorarse de los tacones, debido a su conexión con Persa y a la masculinidad que eso generaba, en esa época, la moda entre las mujeres era adoptar elementos del vestuario de los hombres. En la década de 1630 las mujeres llevaban el pelo corto, usaban hombreras, fumaban pipa y se ponían sombreros con diseños muy masculinos. Así que, para masculinizar su apariencia, adoptaron también los zapatos de tacón.

      Desde entonces hasta fines del siglo XVII, la moda de la clase alta europea fue usar zapatos unisex.  Absurdos, por ende, femeninos Años después, el movimiento intelectual de la ilustración llevó a una preferencia por lo racional y lo utilitario, y un énfasis en la educación, no en los privilegios. La moda masculina giró hacia una ropa más práctica. Fue el inicio de lo que el psicólogo John Carl Flügel denominó en su Psicología del vestido 1930 como la gran renuncia masculina: el abandono del uso de joyas, colores brillantes y telas ostentosas. La idea era que la vestimenta dejara de servir para definir la clase social, para estar acorde con la propuesta de que todos, sin importar la clase, podían convertirse en ciudadanos a través de la educación. Esos «todos» eran hombres. Las mujeres, en contraste, eran vistas más emocionales, sentimentales y poco educadas. Los tacones altos -fuera de los campos de batalla, o al menos de los estribos de un caballo- estaban lejos de ser prácticos, así que eran vistos como absurdos y, por ende, afeminados. Para 1740 los hombres ya no se ponían zapatos con tacón. Pero sólo 50 años más tarde, después de la Revolución Francesa, las mujeres también dejaron de usarlos.

       

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        LOS PRIMEROS TACONES APARECIERON EN MEDIO ORIENTE

        Es difícil de creer, pero los primeros tacones altos fueron una forma de calzado militar.

        A principios del siglo XVI, los persas y los otomanos de Asia Occidental eran tremendos jinetes que luchaban sus batallas desde sus sillas de montar y mantenerse estable en el estribo al levantarse para disparar era cuestión de vida o muerte y esa estabilidad la daba el tacón. Para poder levantarse y disparar sus flechas necesitaban un tacón resistente para mantenerse estables en los estribos. Eran una herramienta que les permitía convertirse en mejores jinetes, mejores guerreros, mejores soldados. La razón de existir de los tacones en ese entonces era puramente práctica. Cuando Abbas I, el Shah de Persia quien a finales del siglo XVI tenía la caballería más grande del mundo, buscó el apoyo de las potencias occidentales en su guerra contra su gran enemigo, el Imperio Otomano, envió sus emisarios a Europa. Fue así que su uso comenzó a extenderse

        Arma de guerra o accesorio de la Aristocracia

        Su primera aparición diplomática llegó a las cortes de Rusia en 1599 provocando una ola de interés en todo lo que tenía que ver con Persia. Los zapatos al estilo persa fueron adoptados por aristócratas entusiasmados con la idea de que les daba una apariencia viril, una masculinidad que de repente sólo se podía alcanzar con ese símbolo de poder: el tacón.

        Monarcas y sus tacones estratosféricos.

        Un gran momento en la historia del tacón fue cuando Luis XIV de Francia se encariñó con ellos.

        El gran rey no era muy alto: medía 1.63 metros, pero sus zapatos le permitían elevarse hasta 10 centímetros, así que los usaba con los tacones y suelas pintados de rojo, para darles un tono marcial y además ufanarse de su riqueza pues teñir el calzado era costoso. El Rey Luis el Grande, se elevaba para estar más cerca de los astros con sus tacones rojos. Su enorme influencia en Europa Occidental es evidente en el retrato de coronación de Rey Carlos II de Inglaterra de 1661, en el que aparece calzando zapatos con enormes tacones rojos estilo francés pese a que él medía 1.85 metros sin ellos. No pasó mucho tiempo antes de que todos en la corte francesa y fuera de ella adoptaran los tacones y agregaran uno o dos centímetros a su altura, algo que no complació al rey. En la década de 1670, Luis XIV firmó un edicto prohibiendo a quienes no fueran los miembros de su corte calzar zapatos con tacones rojos. Pero eso no evitó que la alta sociedad los usara.

        Lo masculino para las femeninas

        Ya que los hombres europeos fueron los primeros en enamorarse de los tacones, debido a su conexión con Persa y a la masculinidad que eso generaba, en esa época, la moda entre las mujeres era adoptar elementos del vestuario de los hombres. En la década de 1630 las mujeres llevaban el pelo corto, usaban hombreras, fumaban pipa y se ponían sombreros con diseños muy masculinos. Así que, para masculinizar su apariencia, adoptaron también los zapatos de tacón.

        Desde entonces hasta fines del siglo XVII, la moda de la clase alta europea fue usar zapatos unisex.  Absurdos, por ende, femeninos Años después, el movimiento intelectual de la ilustración llevó a una preferencia por lo racional y lo utilitario, y un énfasis en la educación, no en los privilegios. La moda masculina giró hacia una ropa más práctica. Fue el inicio de lo que el psicólogo John Carl Flügel denominó en su Psicología del vestido 1930 como la gran renuncia masculina: el abandono del uso de joyas, colores brillantes y telas ostentosas. La idea era que la vestimenta dejara de servir para definir la clase social, para estar acorde con la propuesta de que todos, sin importar la clase, podían convertirse en ciudadanos a través de la educación. Esos «todos» eran hombres. Las mujeres, en contraste, eran vistas más emocionales, sentimentales y poco educadas. Los tacones altos -fuera de los campos de batalla, o al menos de los estribos de un caballo- estaban lejos de ser prácticos, así que eran vistos como absurdos y, por ende, afeminados. Para 1740 los hombres ya no se ponían zapatos con tacón. Pero sólo 50 años más tarde, después de la Revolución Francesa, las mujeres también dejaron de usarlos.

         

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          Es difícil de creer, pero los primeros tacones altos fueron una forma de calzado militar.

          A principios del siglo XVI, los persas y los otomanos de Asia Occidental eran tremendos jinetes que luchaban sus batallas desde sus sillas de montar y mantenerse estable en el estribo al levantarse para disparar era cuestión de vida o muerte y esa estabilidad la daba el tacón. Para poder levantarse y disparar sus flechas necesitaban un tacón resistente para mantenerse estables en los estribos. Eran una herramienta que les permitía convertirse en mejores jinetes, mejores guerreros, mejores soldados. La razón de existir de los tacones en ese entonces era puramente práctica. Cuando Abbas I, el Shah de Persia quien a finales del siglo XVI tenía la caballería más grande del mundo, buscó el apoyo de las potencias occidentales en su guerra contra su gran enemigo, el Imperio Otomano, envió sus emisarios a Europa. Fue así que su uso comenzó a extenderse

          Arma de guerra o accesorio de la Aristocracia

          Su primera aparición diplomática llegó a las cortes de Rusia en 1599 provocando una ola de interés en todo lo que tenía que ver con Persia. Los zapatos al estilo persa fueron adoptados por aristócratas entusiasmados con la idea de que les daba una apariencia viril, una masculinidad que de repente sólo se podía alcanzar con ese símbolo de poder: el tacón.

          Monarcas y sus tacones estratosféricos.

          Un gran momento en la historia del tacón fue cuando Luis XIV de Francia se encariñó con ellos.

          El gran rey no era muy alto: medía 1.63 metros, pero sus zapatos le permitían elevarse hasta 10 centímetros, así que los usaba con los tacones y suelas pintados de rojo, para darles un tono marcial y además ufanarse de su riqueza pues teñir el calzado era costoso. El Rey Luis el Grande, se elevaba para estar más cerca de los astros con sus tacones rojos. Su enorme influencia en Europa Occidental es evidente en el retrato de coronación de Rey Carlos II de Inglaterra de 1661, en el que aparece calzando zapatos con enormes tacones rojos estilo francés pese a que él medía 1.85 metros sin ellos. No pasó mucho tiempo antes de que todos en la corte francesa y fuera de ella adoptaran los tacones y agregaran uno o dos centímetros a su altura, algo que no complació al rey. En la década de 1670, Luis XIV firmó un edicto prohibiendo a quienes no fueran los miembros de su corte calzar zapatos con tacones rojos. Pero eso no evitó que la alta sociedad los usara.

          Lo masculino para las femeninas

          Ya que los hombres europeos fueron los primeros en enamorarse de los tacones, debido a su conexión con Persa y a la masculinidad que eso generaba, en esa época, la moda entre las mujeres era adoptar elementos del vestuario de los hombres. En la década de 1630 las mujeres llevaban el pelo corto, usaban hombreras, fumaban pipa y se ponían sombreros con diseños muy masculinos. Así que, para masculinizar su apariencia, adoptaron también los zapatos de tacón.

          Desde entonces hasta fines del siglo XVII, la moda de la clase alta europea fue usar zapatos unisex.  Absurdos, por ende, femeninos Años después, el movimiento intelectual de la ilustración llevó a una preferencia por lo racional y lo utilitario, y un énfasis en la educación, no en los privilegios. La moda masculina giró hacia una ropa más práctica. Fue el inicio de lo que el psicólogo John Carl Flügel denominó en su Psicología del vestido 1930 como la gran renuncia masculina: el abandono del uso de joyas, colores brillantes y telas ostentosas. La idea era que la vestimenta dejara de servir para definir la clase social, para estar acorde con la propuesta de que todos, sin importar la clase, podían convertirse en ciudadanos a través de la educación. Esos «todos» eran hombres. Las mujeres, en contraste, eran vistas más emocionales, sentimentales y poco educadas. Los tacones altos -fuera de los campos de batalla, o al menos de los estribos de un caballo- estaban lejos de ser prácticos, así que eran vistos como absurdos y, por ende, afeminados. Para 1740 los hombres ya no se ponían zapatos con tacón. Pero sólo 50 años más tarde, después de la Revolución Francesa, las mujeres también dejaron de usarlos.

           

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            LOS PRIMEROS TACONES APARECIERON EN MEDIO ORIENTE

            Es difícil de creer, pero los primeros tacones altos fueron una forma de calzado militar.

            A principios del siglo XVI, los persas y los otomanos de Asia Occidental eran tremendos jinetes que luchaban sus batallas desde sus sillas de montar y mantenerse estable en el estribo al levantarse para disparar era cuestión de vida o muerte y esa estabilidad la daba el tacón. Para poder levantarse y disparar sus flechas necesitaban un tacón resistente para mantenerse estables en los estribos. Eran una herramienta que les permitía convertirse en mejores jinetes, mejores guerreros, mejores soldados. La razón de existir de los tacones en ese entonces era puramente práctica. Cuando Abbas I, el Shah de Persia quien a finales del siglo XVI tenía la caballería más grande del mundo, buscó el apoyo de las potencias occidentales en su guerra contra su gran enemigo, el Imperio Otomano, envió sus emisarios a Europa. Fue así que su uso comenzó a extenderse

            Arma de guerra o accesorio de la Aristocracia

            Su primera aparición diplomática llegó a las cortes de Rusia en 1599 provocando una ola de interés en todo lo que tenía que ver con Persia. Los zapatos al estilo persa fueron adoptados por aristócratas entusiasmados con la idea de que les daba una apariencia viril, una masculinidad que de repente sólo se podía alcanzar con ese símbolo de poder: el tacón.

            Monarcas y sus tacones estratosféricos.

            Un gran momento en la historia del tacón fue cuando Luis XIV de Francia se encariñó con ellos.

            El gran rey no era muy alto: medía 1.63 metros, pero sus zapatos le permitían elevarse hasta 10 centímetros, así que los usaba con los tacones y suelas pintados de rojo, para darles un tono marcial y además ufanarse de su riqueza pues teñir el calzado era costoso. El Rey Luis el Grande, se elevaba para estar más cerca de los astros con sus tacones rojos. Su enorme influencia en Europa Occidental es evidente en el retrato de coronación de Rey Carlos II de Inglaterra de 1661, en el que aparece calzando zapatos con enormes tacones rojos estilo francés pese a que él medía 1.85 metros sin ellos. No pasó mucho tiempo antes de que todos en la corte francesa y fuera de ella adoptaran los tacones y agregaran uno o dos centímetros a su altura, algo que no complació al rey. En la década de 1670, Luis XIV firmó un edicto prohibiendo a quienes no fueran los miembros de su corte calzar zapatos con tacones rojos. Pero eso no evitó que la alta sociedad los usara.

            Lo masculino para las femeninas

            Ya que los hombres europeos fueron los primeros en enamorarse de los tacones, debido a su conexión con Persa y a la masculinidad que eso generaba, en esa época, la moda entre las mujeres era adoptar elementos del vestuario de los hombres. En la década de 1630 las mujeres llevaban el pelo corto, usaban hombreras, fumaban pipa y se ponían sombreros con diseños muy masculinos. Así que, para masculinizar su apariencia, adoptaron también los zapatos de tacón.

            Desde entonces hasta fines del siglo XVII, la moda de la clase alta europea fue usar zapatos unisex.  Absurdos, por ende, femeninos Años después, el movimiento intelectual de la ilustración llevó a una preferencia por lo racional y lo utilitario, y un énfasis en la educación, no en los privilegios. La moda masculina giró hacia una ropa más práctica. Fue el inicio de lo que el psicólogo John Carl Flügel denominó en su Psicología del vestido 1930 como la gran renuncia masculina: el abandono del uso de joyas, colores brillantes y telas ostentosas. La idea era que la vestimenta dejara de servir para definir la clase social, para estar acorde con la propuesta de que todos, sin importar la clase, podían convertirse en ciudadanos a través de la educación. Esos «todos» eran hombres. Las mujeres, en contraste, eran vistas más emocionales, sentimentales y poco educadas. Los tacones altos -fuera de los campos de batalla, o al menos de los estribos de un caballo- estaban lejos de ser prácticos, así que eran vistos como absurdos y, por ende, afeminados. Para 1740 los hombres ya no se ponían zapatos con tacón. Pero sólo 50 años más tarde, después de la Revolución Francesa, las mujeres también dejaron de usarlos.

             

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